miércoles, 12 de diciembre de 2007

Eguzki-izpiak

Se abrió un claro entre las nubes,

hemos vuelto a ver el Sol;

como dos presos comunes

en el tejado de una prisión.
Siempre he sido bastante escéptica. Una vez hecha mi Primera Comunión y haber pasado varios años causando estragos en mi profesora de Religión de primaria con mis demasiado curiosas preguntas sobre el Señor, la Santísima Trinidad y demás, empecé a plantearme la existencia de un ente superior -tema del que ya he hablado en alguna clase con mi profesor de Filosofía.
Me considero atea. Sin embargo, creo a mi manera en el destino. A mi parecer, todo sucede por algo. Quizá haga de todo una falsa cadena causa-efecto, pero a veces me da la sensación de que mis creencias en cuanto al destino no son tan falaciosas como le podría parecer a cualquiera.

Un ejemplo sería hoy.

Un día penoso.

Me han vuelto a meter el dedo en la llaga con mi primer suspenso, el cual prefiero obviar pues lo recuperaré el trimestre que viene; he visto a gente que preferiría no ver jamás, pero tengo que verla; he discutido con mamá y con mi novio...

Como podéis apreciar en la entrada anterior, de hoy mismo -gracias por los comentarios, por cierto ^^- mi día era paupérrimo.

Eran las cinco de la tarde, mojaba con mis lágrimas un cojín del sofá mientras trataba de relajarme. Y las nubes empezaron a disiparse.

Mamá me envía un mensaje para saber si estoy mejor. La llamo al trabajo, hablamos y todo queda como siempre, y las dos más tranquilas.

Llamo repetidas veces a mi novio a casa para tratar de arreglarlo todo, pero no descuelga nadie. Le llamo al móvil, cruzando los dedos para que no esté tan cabreado para no hablar. No lo estaba; simplemente me dice que está fuera de casa y que en veinte minutos le podré llamar a casa.

Espero a que me avise.

A la media hora, pican a la puerta. No me lo podía creer, ¡era él!
Mi novio vino desde Mataró sólo porque estaba preocupado por mí y quería abrazarme y que hiciéramos las paces. Pasamos la tarde juntos en casa, viendo medio adormecidos la televisión, muy feliz yo de tenerle y de estar protegida entre sus brazos, bajo las mantas.

Se marcha, hago los deberes y me conecto.
Leo los comentarios y me siento menos anclada a mi tristeza.
Leo un post que me hace enrojecer y llorar como una tonta, doy muchas gracias a quien lo escribió.
Y el día se enderezó.
Por eso creo que todo el mal de hoy, de estos días, ha sido compensado poco a poco con detalles que me han arrancado una sonrisa.

Mi teoría del destino me recuerda un poco al pensamiento teocéntrico medieval -aguantar todo el sufrimiento de la vida para la paz en la vida extraterrenal en el cielo- pero veo mis días y parece que el destino o yo que sé quieran compensarme más de una vez. Mejor pensar así que verme arrastrando una enorme cruz, ¿no?

Muxu pila para todos.

Bad day


Un mal día lo tiene cualquiera. De hecho, mi vida no es más que una sucesión de malos días.


Días realmente oscuros. Y mejor no pensar en la Navidad de mierda que me espera...

Me gustaría escribir de cosas alegres, pero no abunda la alegría en mi interior. Mi alma está negrísima. No puedo más.