miércoles, 20 de febrero de 2008

Bohemia

Llevo palestino dándome igual si está de moda o si lo deja de estar.
En mi mochila llevo chapas de Stewie de Padre de Familia (en una sale caracterizado de drugo de La Naranja Mecánica), una de Espinete de Barrio Sésamo y otra sobre una propiedad del número áureo (si lo elevas al cuadrado, es igual a él mismo más uno).
Leo todo lo que caiga en mis manos.
Hago mis propios cómics (Hino, estoy empezando a perfilar nuestra historia en mis ratitos libres, si sale algo te lo digo).
Escucho todo tipo de música (ahora mismo, Sexo en la calle, de Los de marras).
Según qué diás visto un poco "extraño", con reminescencias hippies o punks, pero repito, dándome igual si mi camisola de flores o mis medias de rayas se llevan o no; me gustan, me quedan bien, pues no hay más.
Todo esto no lo considero raro.
Pero los demás sí.

Pensarán ¿a dónde quiere ir a parar esta mujer? Siéntense y sigan leyendo unas líneas más.

Mi instituto ofrece todos los bachilleratos, entre ellos, el artístico.
En este grupo hay todo tipo de gente. Punkies, personas con fuertes creencias religiosas, los hay que adoran hacer graffitis, hay quien vive por y para el manga y el anime, hay quién no sabía qué hacer y tomó como decisión esa modalidad de bachillerato... Todos ellos, o la mayor parte, son frikis como yo. Me siento más cómoda entre ellos que entre cualquier otro grupo.
Adoro a los artistas. Adoro a los bohemios.
Me encanta su grupo, es una mezcla colorida de crestas azules y demás peinados extravagantes, camisetas de grupos que dudo que más de una decena de personas en el centro hayan escuchado, riñoneras con chapas e imperdibles, ropa tan trendy que aún ni se lleva, vestimentas muy anchas o bastante estrechas, imaginación desbordante en muchos casos, variadas culturas y creencias, piercings, tatuajes y bocetos en sus libretas de croquis de dibujo artístico.