lunes, 7 de enero de 2008

¡Argh!


Mañana empiezo de nuevo... Las mismas caras me mirarán con desprecio, unas cuantas me sonreirán. Creo llevar ventaja porque he descubierto personas de las que no fiarme porque juegan a dos bandas. Me taparé con un velo de discreción: no reiré, no hablaré, no destacaré de ninguna manera. Seré una silueta más entre una marabunta de gente. Nadie se dará cuenta de que estoy ahí.

Si vienen insultos, me taparé como sea. Me dolerá, pero no me queda otra cosa.
¿Plantarles cara? Empezarían a subir la voz y me comerían enterita, me enterrarían viva, me arrancarían las uñas...
¿Hablar otra vez con la dirección y la jefatura de estudios? Si ya hablé una vez y al final todo volvió a ser como antes de hablar con ellos.
¿Tutor? No podría contar con él (le considero una persona extremadamente inteligente a la par que despistada, Joselu, pero no creo que pudiera poner esto en sus manos... No, no).
¿Rendirme? Menos. Tengo apoyos allí, en el campo de batalla, y un ejército invisible que me limpia las heridas aquí, en la blogosfera.
¿Qué hago, qué hago, qué hago?
Pasaré la noche rodando en la cama, deseando que todo sea más leve de lo que mi mente llega a imaginar, poder reírme de todo lo que estoy diciendo.
Como decimos a veces Núria y yo para quitarle hierro al asunto...
A palabras necias... ni puto caso.
Y por último, una "cita" que me ha hecho sonreír pese a mis temores:

"Ojalá Dios estuviera vivo para ver esto"

Nietzsche