De lo que más me siento orgullosa en mi vida es de una decisión que tomé hará unos tres años o cuatro.
En el instituto me acosaban, me insultaban por mi apellido. Lo han hecho desde siempre, pero esta vez la pesadilla me perseguía hasta casa y no podía descansar del abuso. Estuve unas semanas callando y aguantando hasta que mi hermana lo descubrió todo porque veía que me llamaban al móvil y que yo no quería cogerlo. Me hizo escupirlo todo y se lo contó a mis padres.
Mi madre habló con mi por aquel entonces tutor y con el director, y tomaron medidas contra aquella gente -para más inri otros compañeros vieron mal que les hubiera contado eso a mis padres- y mi padre me propuso cambiarme el apellido. Invertir su orden, ponerme su segundo apellido -más común-, lo que fuera para que me dejaran en paz.
Estaba ante algo que alguna vez anteriormente me había planteado y le dije a mi padre que no, pues la causa de mis problemas no era mi apellido, si no la gente que se metía conmigo, y que no pensaba cambiármelo.
Siempre, siempre, siempre me sentiré orgullosa de ello.
Muxu pila para todos y todas.