martes, 8 de enero de 2008

nº 30



No persigan a la niña de ojos tristes que corre al vestuario a encerrarse en el lavabo para llorar por su agobio, por simples miradas de muy malas intenciones, de gente que la odia e igual no sabe por qué, de que se siente muy pequeña ante tanta gente que quiere herirla, que le cuesta fiarse de manos amigas, pero al final se deja hacer.

De veras lo hice.

Me encerré a oscuras poco antes de que acabara la clase de Educación Física (a la que no veo utilidad alguna) y lloré lo que llevaba toda la mañana aguantando.

Ni ponerme reggae en el despertador ha conseguido hacer de mi despertar algo más llevadero. Desayuné sin ganas, me vestí con apatía, me peiné como si me fueran a llevar a freírme a la silla eléctrica -Dead man walking!- pero aguanté el chaparrón como buenamente pude.

A ver qué tal mañana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Arantxa, hay otra cita, de un tal Kiko Veneno, si tú no te das cuenta de lo que vale, el mundo es una tontería. No dejes que te lo quiten. Cuando yo estaba en el instituto, por complejos y demás, me rendí y lo dejé durante dos años para acabar como albañil con mi padre. Yo era inteligente, sensible así que machacarme no era my difícil. Si mi experiencia te sirve, cuenta conmigo para todo lo que quieras. Aquí tienes mi correo privado hino_72@hotmail.com, para lo que necesites de verdad, hermana de desgracia. Y ahora voy y me hago profesor, si es que no aprendo y hay veces en que, de verdad, te entran ganas de llorar por la impotencia. En otras, lo que haces vales para algo y te sientes bien. Sé que es difícil pero no dejes que te ganen. Me sentiría muy triste, por ti y por mí.

Animal de Fondo dijo...

Arantxa y H., después de darle algunas vueltas he pensado lo siguiente:
Lo primero es que los efectos del odio solamente los puede sentir quien lo lleva consigo. De modo que si alguien consigue que lo odies te está haciendo daño verdaderamente, porque a él dejas de verlo un rato después, pero llevas el odio contigo y eso te empobrece y te impide mirar otras cosas más interesantes. Para odiar necesitamos hacerle violencia a nuestro corazón, y eso nos desgasta y nos deja abatidos y sin fuerzas. El objeto de nuestro odio no está presente siempre; nuestro odio sí, y tenemos que cargar con él. Luego esa no puede ser una solución, todo lo contrario.
La segunda cosa me da un poco de miedo escribirla, por si meto la pata, que, como comprenderéis, no es lo que quiero: Me parece que la única solución que yo veo para con los acosadores es la compasión. Ojo, no digo que no se deban tomar medidas legales, especialmente exigir una y mil veces a la dirección del centro que se implique, etc, para evitarlo. Digo que, en nuestro corazón, no es la indiferencia la solución más acertada, ni siquiera la lástima, es la compasión. Compasión ante su vida perdida, destrozada, ante sus heridas que les impiden sentir. Como pájaros con las alas rotas que se defienden dando picotazos y que tratan de imponer a su alrededor que no poder volar es lo mejor. Necesitan convencerse de que esa incapacidad de volar es lo normal, quisieran que toda su especie fuera así para no ver lo lamentable de su situación. Zafios, tortugas, ignorantes, no serán capaces de tener espíritu nunca. Pero lo peor es que nacieron con espíritu, nacieron con vista y ahora están ciegos.
Por eso, cuando veo tu vuelo formidable, Aranzazu, tus exploraciones por otros valles lejanos, por otros países de nuestra mente, por la sección aúrea, por la literatura, no me das pena en absoluto. Siento sí, que sufras, pero veo que te espera una vida rica y llena de hermosura. Pero qué será de los acosadores, hasta cuándo podrán esconder las alas rotas, a qué se reduce su vida ya en este momento. Si sustituimos en nuestro corazón el odio por la compasión, que es posible, creo que ganaremos bastante.
Estoy muy lejos de tu realidad, Arantxa; en edad, en espacio y en situación; lo que para mí son palabras para ti son hechos, lo que nos coloca en una posición muy distinta. Pero desde mi posición, no sé encontrar otra salida más que esta que te muestro y que no sé si se podrá abordar. Solamente comprendiendo la situación trágica y desesperada de quien nos tira la piedra podemos compadecernos de él o ella. No es que el tiempo los pondrá en su lugar, es que ya los ha puesto. Y ese lugar es mezquino, es desesperado, es tan inhabitable que si lo pensamos tal vez podamos compadecerlos, seres como nosotros pero desgraciados, no solo sin futuro sino sin ningún presente.
En otra entrada te leí, Arantxa, que advertías alguna concatenación de destino en ciertas cosas. Y el destino es usar lo inevitable para refinarnos, para pulirnos, para ensanchar nuestro corazón, para prepararnos para más grandes cosas.
Si me permites que termine frivolizando un poco te contaré como he usado en mi vida algo que leí en Epicteto hace muchos años:
Epicteto enseña que podemos usar cada situación a la que nos enfrentamos en la vida para convertirla en un mal o en un bien, a modo de varita mágica. Dice él que si la usamos para salir más buenos de lo que entramos, nos han hecho un bien, y que si la usamos para salir peores de lo que entramos nos han hecho un mal; dice también que ese uso solamente depende de nosotros mismos. Bueno, pues aquí viene la frivolidad, porque yo lo he usado cuando he podido, pero siempre lo aplico a las colas y a los atascos, que es pobre aplicar. Cuando estoy en una cola larga, irresistible, me digo: aprovecha para ejercitarte en la paciencia, en el aguante, en ponerle buena cara a estas pequeñas adversidades (en lugar de enfurruñarme y protestar por lo inevitable) así que suelo terminar la cola contento, y bromeando conmigo mismo acerca de lo estupenda que me ha venido la cola para salir de ella un poquito mejor.
Mis mejores deseos y ojalá todo esto te ensanche el corazón.